Agonía de las formas
Propiedad Intelectual y los derechos de autor en la era digital (I)
Dr. Luis Fernando Iglesias
En 2007 un semanario me solicitó una nota sobre los veinticinco años que
cumplía el CD (compact disc). En 1982 la tecnología digital ingresaba al campo de
los sonidos para limpiarlos de cualquier interferencia o suciedad y para demostrar a
los melómanos que había otra forma, mucho más fiel, de percibir la música. El
soporte óptico que pasamos a llamar CD, compact disc o disco compacto, fue
creado por el neerlandés Joop Sinjou y el japonés Toshí Tada Doi en 1979, pero fue
recién tres años después que pudo imponerse en el mercado gracias al apoyo de
figuras como el Maestro Von Barajan que prestaron su imagen para que el producto
se hiciera popular y alguna versión, con algo de leyenda urbana, dice que una de
las exigencias del Maestro fue que el nuevo soporte pudiera almacenar 74 minutos
de música para poder grabar una de sus piezas favoritas: la Novena Sinfonía de
Beethoven.
En 1986 me encontraba de viaje por Europa y, como era mi costumbre, compré
algunos álbumes en una disquería de Gantes, Bélgica. Comprar discos que hubieran
sido editados en Europa o USA tenían un placer adicional: la presentación y hasta el
aroma que tenían esos –luego llamados- vinilos era incomparable, algo muy
parecido a la felicidad. En esa disquería había una sola batea –así las llamábamoscon
CD. Parecían tan huérfanos, tan solitarios, como ocultos en un rincón con sus
precios exorbitantes (salían más del doble que los LP). Noté que casi nadie les
prestaba atención. “Ésto no puede a funcionar” pensé lo que prueba que los
pronósticos no son mi fuerte. En 1991 hice otro viaje con mi esposa a USA. En la
primera disquería que entré la batea huérfana ubicada en un lugar lejos de la
puerta era de vinilos. Todas las otras eran ocupadas por discos compactos que
parecía ignorar y despreciar a los viejos álbumes.
El proceso de crecimiento de los discos compactos fue explosivo. Sin embargo
no parecía que este advenimiento pusiera en peligro ni las ganancias de las
discográficas ni la protección de los derechos patrimoniales de los autores o de
quien los poseyera. Todo lo contrario. El Consejo Directivo de la Federación
Latinoamericana de Productores Fonográficos (FLAPF) entendía que con el
advenimiento el nuevo medio de almacenamiento, el delito del copiado ilegal había
terminado. A fines de los setenta y comienzo de los ochenta, la gran lucha que
tenían las cámaras del disco y los propios artistas, eran contra el copiado de discos
de vinilos en casetes. El nuevo producto, el CD, no se podía copiar como sí se
podían los vinilos. Parecía que muerto el perro se acababa la rabia.
Lo que no imaginaba la industria de la música era la inmensa puerta que estaba
abriendo a consecuencia del cambio de las grabaciones analógicas en digitales.
Pocos años después la posibilidad de almacenar música en forma digital fue el
primer paso para la posibilidad de piratear, violando los correspondientes derechos
de autor, a gran escala, se multiplicara. El crecimiento enorme de internet, la
creación del formato MP3, el I POD y similares, fueron el complemento. La
posibilidad de intercambiar archivos con contenidos musicales, iniciados allá por
1999 por Napster, marcó la generalización de la reproducción de archivos
musicales. Lo que en principio fue un juego de amigos pronto se transformó en un
cambio sustancial en las costumbres. La bajada de música, sin pagar los
correspondientes derechos de autor, creció en forma increíble y hoy parece algo
incontrolable. El soporte dejó de ser lo importante y también los discos compactos
de a poco pasaron a ser el soporte menos popular para el copiado.
El crecimiento vertiginoso del intercambio de datos de formato también afectó a
la industria cinematográfica. La reproducción ilícita de películas a través de la red
ha crecido en forma dramática, compitiendo en cuanto a la elección de los piratas
para distribuir las mismas. Una vez más los bajos costos de los insumos necearios
para bajar películas las que, en algunos casos, ni siquiera han sido vistas en los
cines fueron determinantes. En este cambios que parecen incontrolados le ha
llegado el turno a las editoriales y los libros. El libro papel ¿será otro formato que
sufrirá una larga y lenta agonía? ¿convivirán los dos formatos por un buen tiempo?
La reproducción ilícita ¿también atacará a los textos?
Para empezar por el principio, ¿qué es un libro electrónico o digital o e-book?
Como dice José Antonio Millán, desde años se arrastra una duplicidad de sentidos
para la expresión libro electrónico la que se utiliza para hacer referencia a:
a) a las obras legibles en pantalla, descargables o no, imprimibles o no
(por ejemplo, "un libro en PDF” un cuento en html)
b) a un dispositivo dedicado, con pantalla y funciones especializadas en la
lectura (por ejemplo, el Kindle).
Como bien lo expresa el autor, los dos sentidos ya operaban también para el
libro tradicional al que la Academia definía como "Obra científica, literaria o de
cualquier otra índole con extensión suficiente para formar volumen" o bien
"Conjunto de muchas hojas de papel u otro material semejante que,
encuadernadas, forman un volumen"; es decir se define el contenido o el
continente.
Normalmente se utiliza la denominación genérica e-book para referirse a
cualquier tipo de publicación en formato digital o electrónico, así como a los
dispositivos físicos que permiten su lectura. Técnicamente, deben diferenciarse
estos términos, separando por un lado las publicaciones digitales (e-book) de
dichos dispositivos, a los cuales denominaremos e-readers o lectores electrónicos.
Entendemos que el e-book es un libro en formato electrónico o digital. Está
confeccionado para ser leído en cualquier tipo de computadora de escritorio o
portátil, así como en dispositivos específicos como los lectores de tinta electrónica e
incluso, en ordenadores de bolsillo o teléfonos móviles. Una publicación digital
puede existir en diferentes manifestaciones: archivos PDF, archivos e-PUB, archivos
.MOBI, etc. El formato e-PUB surgió como sucesor del PDF y cuenta con varias
ventajas sobre el mismo.
El pasado viernes 12 de octubre, junto al Dr. Fernando Vargas, en el marco de la
35va Feria Internacional del Libro que tuvo lugar en Montevideo, abordamos el
tema. Los problemas de los derechos de autor en la era digital fueron enfocados
desde la perspectiva del libro y la industria editorial. Un tema que ha surgido con
fuerza en nuestro país ante el reciente acuerdo de uso de licencia de textos
alcanzado por el Plan Ceibal con diversas editoriales, nacionales e internacionales,
de nuestro medio. Seguiremos tratando el tema abordado en dicha charla en un
próximo artículo.
Fuente: El Derecho Digital de Uruguay